DÍAS EN EL LICEO

Hoy llegué al liceo Nibaldo Sepúlveda de Portezuelo con el corazón apretado. Me sentía estresada, la prueba de matemáticas me tenía al borde de las lágrimas desde anoche. Caminaba por el pasillo sin ganas, cuando Valentina, mi mejor amiga, me abrazó sin decir nada. Solo un abrazo. Y fue suficiente. Cuando sonó el timbre para el recreo, sentí un alivio extraño. El sol entraba por la ventana y el ruido del patio me trajo una sonrisa. Mis amigas y yo nos reíamos, jugábamos y por un momento para otro me sentí feliz. A veces el liceo me agota, pero también me regala ánimo y esperanza.